LXI |
Como les iba diciendo
nadie lo conoció mejor que yo puesto que fui su humilde Lazarillo cuando él todavía no era nadie Cierro los ojos y lo veo tal cual alto - macizo - de mirada potente sencillote - peinado para atrás un salitrero como cualquier otro no le tenía miedo a los burgueses se abanicaba con la policía yo trabajé con él en una imprenta repartiendo folletos y volantes contra la sanguijuela capitalista no tragaba a los gringos ni con aceite le repugnaban los patrones gordos el más grande de todos los luchadores incluídos chilenos y extranjeros si la memoria no me es infiel él quería abolir la esclavitud en ese tiempo ser proletario era peor que ser un leproso ni con sombrero en mano lo escuchaban con don Emilio cambiaron las cosas libertario por donde se le mirara no tragaba a los gringos ni con aceite la juventud no tiene la menor idea lo que costó quebrarle el espinazo a ese monstruo antediluviano quién se acuerda hoy de la Escuela Santa María de Ranquil de Lontué de Punta Arenas y quién se acuerda de Ramona Parra? sin Recabarren no se concibe Lafferte ni Contreras Labarca ni Fonseca nada que tenga un átomo de luz hombre sin vicios secos ni húmedos se tomaba sus tragos claro que sí como cualquier nortino de verdad claro que sin pasarse de la raya yo soy abstemio por naturaleza pero jamás se me pasó por la mente condenarlo por esto o por lo otro porque sé respetar a mis mayores y porque el hombre debe ser como es él era un luchador a lo humano yo soy un gladiador a lo divino nuestros caminos no se juntan nunca aunque tampoco veo que se alejen somos dos peregrinos paralelos él se batió con los chanchos burgueses y yo me bato contra Lucifer cada cual en su propia especialidad sin ese faro de Chuquicamata qué sería de Chile en estos momentos.
De Nuevos sermones y prédicas del Cristo de Elqui (Valparaíso, Ganymedes, 1979)
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