VOCES DE NICANOR PARRA

 

por Julio Ortega

El reconocimiento a su obra ha tenido en estos días una confirmación más. Nicanor Parra ha sido galardonado, por unanimidad, con el Premio Internacional de Literatura Latinoamericana "Juan Rulfo" que, por primera vez, se otorgó en México. El jurado estuvo integrado por destacados especialistas, entre otros por Julio Ortega, crítico peruano, autor de este artículo.

 

 

¿Será Nicanor Parra el próximo Premio Cervantes? Esta pregunta, que recorre como un estremecimiento nuevo las Academias de la Lengua, afirma una convicción: el chileno Nicanor Parra es uno de los grandes poetas vivos de la lengua y, muy posiblemente, el más influyente en la actual poesía latinoamericana. Nació en 1914, como Octavio Paz y Julio Cortázar, y comparte con ellos la práctica de las innovaciones a las que ha añadido, fiel a su poética desmitificadora, una poderosa presencia de lo cotidiano. Y la vida cotidiana en su lenguaje poético es tan específica como insólita.

De allí la extraordinaria actualidad de su opción poética. Muy temprano, seguramente a partir de su contacto con los poetas ingleses en la década de los 40, Parra definió su poesía como un contradiscurso lírico, de entonaciones más bien urbanas, donde no habla el nerudiano yo heroico de la naturaleza gestándose, sino el sujeto moderno, irónico y sarcástico, cuyo monólogo fragmentario tiene la desnudez confesional de un documento clínico y la elaboración intelectual de una sátira de los usos del habla formalizada. En su poesía, Parra parecía sumar el intenso laconismo de Samuel Beckett con el humor taciturno de Buster Keaton.

 

A FAVOR DEL LECTOR

Desde un laborioso trabajo con la tradición poética moderna, que lo emparenta con la voz descentradora de Baudelaire tanto como con la palabra confesional de Vallejo, con la vivacidad erótica del surrealismo como con el sentido común verbal de la poesía anglosajona; y luego de haber pasado por una etapa lorquiana y otra de poesía popular octosilábica, Parra encontró su mejor voz en lo que él mismo llamó el antipoema; sus antipoemas, en efecto,. tienen una entonación no sólo anti-lírica y callejera sino también absurdista y de humor negro. Actúan como parodias dentro del discurso establecido, con poderosa persuasión crítica, y a la vez como poesía ganada al lenguaje de lo cotidiano capaz de devolverle la palabra al lector.

Pero la misma fuerza que a través del cambio de perspectiva poética cuajó en los antipoemas llevaría a Ñicanor Parra mucho más allá. Esta es la parte más característica e influyente de su poesía, porque en lugar de fijarse dentro de una mecánica de por sí elocuente y fecunda, Parra exploró otras dicciones, siempre buscando hacer más específico el diálogo de la poesía con el lector actual a través de una poesía que, para él, debía cambiar su forma y su formato, su medio y su canal, su hablante y su mensaje. Es así como arribó a una poesía formulaica, que llamó artefactos, suerte de hai-kus urbanos, donde la síntesís crítica y el humor paradójico se unen en imágenes contrastantes, cáusticas y novedosas. Estos artefactos son corno petardos activados dentro de los edificios retóricos.

ANTICONFORMISMO SUBVERSIVO

Notablemente, la parte más intrigante y compleja de su obra ocurre a fines de los años 70, en plena dictadura de Pinochet cuando parra descubrió otra de sus voces, esta vez una dicción más ajena y más interna a la vez. Descubrió a un Cristo popular y vagabundo, profeta alucinado, personaje de la calle, el Cristo de Elqui, cuya persona parra se reapropió para reescribirlo todo como si levantara los nuevos evangelios de una edad oscura, desgarrada y cruel. En sus dos libros de esta etapa, Sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1977) y Nuevos sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1979), Parra reescribe la vida chilena desde el monólogo fragmentario, íntimamente herido de este personaje delirante y fabuloso, cuya filosofía esperpéntica levanta el escenario de un goyesco fin de los tiempos.

Debido a su íntimo y definitorio anticonformismo, tanto Parra como su poesía han cambiado de lenguaje rehaciendo no sólo el discurso propio sino los más estables relatos que dan cuenta al lector (la política, la religión, las ideologías consoladoras); con lo cual el carácter subversivo de su poética es corrosiva entre los discursos institucionales; pero, al mismo tiempo, constructiva en el espacio siempre amenazado de una humanidad zozobrante, de un sentido común hecho de sabiduría popular y sabor tradicional, de un diálogo a favor de los derechos del diálogo. Así, Parra ha ensayado otras formas apelativas en sus ecopoemas, en sus chistes (para desorientar a la policía tanto como a la poesía), en sus reapropiaciones de los lenguajes de la publicidad, de la política, de las jergas al uso, que utiliza para desmontar y descentrar a través de una práctica del ready made y del pluriligüismo paródico.

Actualmente Parra está ya en otro proyecto: escribir la página en blanco. Pero no la mítica de Mallarmé, versión del absoluto, sino la literal de la palabra actual en su tiempo babélico. Esta sería una poesía que, en la página, se borrase a sí misma hasta revelar el blanco que ocupa y que la expulsa. Ironía, otra vez, y crítica. Porque tampoco se trata de ir más allá de Beckett, cuya negatividad y pesimismo, reveladoramente, no comparte. No hay un escritor de esta lengua más cerca de la precisión absurdista de Beckett que Nicanor Parra, cuya dicción se emparenta a la prolija irrisión cómica del autor de Compañía. Pero, es cierto, el estoicismo irónico de Parra termina siempre, frente a todas las pruebas de la deshumanidad diaria, en reafirmaciones del en el poema; esto es, en las otras pruebas del acuerdo profundo de hablar para sobrevivir. Así, Parra ha escrito la comedia humana de la sobrevivencia en el lenguaje que nos dice y contradice.

SIEMPRE MÁS ALLÁ

No en vano es un físico teórico de formación (aunque se declara más atraído por las teorías del caos que por las del orden cósmico) y fue profesor de matemáticas en Chile. Dejó de serlo el día que encontró en un tratado de física la explicación de todas sus dudas, que eran, ciertamente la materia misma de su enseñanza. Desprovisto de esas perplejidades, se quedó con la poesía, que en los últimos años lo ocupa no sólo como practicante sino como profesor, ya que dirige un taller de poesía en la universidad.

Es, claro, un antitaller: los aprendices se comunican entre ellos y con el profesor a través de "papelitos" para romper la barrera de la voz y explorar otras intimidades de la escritura. La clase entera está escribiendo estos papelitos con propuestas, preguntas, respuestas, en una metodología de la expresión que parece no sólo ir más allá de las convenciones del discurso didáctico, sino también de la práctica prevista.

Se ha dicho que Chile entero es un taller de poesía. En el taller de Nicanor Parra esa poesía colectiva se borra a sí misma para recomenzar desde una nueva página en blanco, aquella abierta por todos, como el nuevo espacio de la palabra mutua.

Las muchas voces de Nicanor Parra son un recomienzo permanente de la poesía como el arte superior de sobrevivir cada día. Le debemos esa sabiduría del habla nuestra.

 

En: La Época, Literatura y libros, año IV, Nº 169, 7 de julio de 1991.

SISIB y Facultad de Filosofía y Humanidades - Universidad de Chile